Érase una vez, en una tienda luminosa, un celular nuevo esperaba encontrar un dueño.
Días y noches pasaban, pero nadie eligió al pequeño celular para llevar a casa.
Hasta que un día, hubo un accidente. ¡Zas! El pequeño celular se cayó de su estante.
Deslizándose por el suelo, el celular terminó en la calle, lejos de la tienda y solo.
Un niño llamado Luis caminaba por la calle, cuando algo brillante llamó su atención.
Era el celular. Luis, cuidadosamente, lo levantó y vio que estaba bien. ¡Qué suerte!
El celular, emocionado, se encendió. Mostró su pantalla colorida y empezó a cantar.
Gracias a Luis, el celular ahora tenía un dueño con quien aventuras compartiría.
Pasaron los días, y el celular ayudó a Luis con sus tareas y a aprender cosas nuevas.
Al parque fueron, a jugar y a reír, con el celular capturando momentos alegres.
Cayeron la noche y las estrellas brillaron. El celular y Luis contaron historias de constelaciones.
Siempre juntos, un lazo especial se formó. El celular y Luis, amigos inseparables.
Reflection Questions