Había una vez, en un pequeño pueblo, un niño llamado José. José siempre fue enérgico y le encantaba pelear. Sin embargo, no entendía que la violencia no era la mejor solución. Una tarde, mientras José veía la televisión, descubrió un estilo de pelea llamado "Muy Tay". Eran movimientos elegantes y poderosos que le llamaron mucho la atención. José se sintió emocionado y decidió aprender ese estilo de pelea, pero no se daba cuenta de que la pelea no era la única forma de resolver las cosas.

Un día, unos bravucones del pueblo comenzaron a molestar a la familia de José. Eran matones despiadados que intimidaban a todos los vecinos. José sintió una gran necesidad de proteger a su familia, así que decidió utilizar lo que había aprendido en el estilo de pelea "Muy Tay". Con determinación, José se preparó para enfrentar a los matones. Sin embargo, justo antes de iniciar el enfrentamiento, un sabio anciano del pueblo llamado Don Ernesto se acercó a José. Don Ernesto era un hombre amable y sabio, que siempre tenía buenos consejos para dar.

"José, querido niño", dijo Don Ernesto con ternura en su voz. "La violencia nunca es la respuesta. Existen muchas otras formas de resolver los problemas sin lastimar a los demás". José se detuvo y reflexionó sobre las palabras del sabio anciano. Comprendió que podía defender a su familia de otras maneras, sin necesidad de utilizar su habilidad en la pelea. Entonces, decidió seguir el consejo de Don Ernesto y buscar una solución pacífica.

José se acercó a los matones y, en lugar de pelear, les habló con amabilidad y comprensión. Les recordó lo importante que era convivir en paz y recordar que todos merecemos ser tratados con respeto. Los matones quedaron sorprendidos por la sabiduría de las palabras de José y se disculparon sinceramente por su comportamiento. Desde ese día, José se convirtió en un mediador en el pueblo. Ayudó a resolver conflictos entre niños y enseñó a otros que la violencia no lleva a nada bueno. Desarrolló su lado pacífico y se convirtió en un héroe sin necesidad de usar la fuerza física.

Y así, el pueblo vivió en armonía gracias a la sabiduría y buen corazón de José. Todos aprendieron que no se necesita pelear para defender a nuestras familias, sino que el amor, el respeto y la comprensión son las mejores armas que tenemos. Desde entonces, José siempre será recordado como el niño valiente que eligió la paz en lugar de la pelea. Y colorín colorado, este cuento se ha terminado. Buenas noches, pequeño guerrero de paz.