En una mañana tranquila, Aisha se encontraba asomada por la ventana, contemplando el cielo despejado y lleno de posibilidades. Se sentía lista para una nueva aventura.
Con una sonrisa grande, Aisha bajó las escaleras. Hoy iba a ser su primer día de skate y estaba llena de ilusión por el deporte que deseaba probar.
Al llegar a la cocina, se unió a su familia para desayunar. Su mamá le sirvió su cereal favorito mientras su papá le daba ánimos con una gran sonrisa.
¡Buenos días, campeona! ¿Lista para patinar? - Preguntó su papá.
¡Sí, papá! Pero me da un poco de miedo caerme. - Contestó Aisha, un tanto nerviosa.
Todos se caen alguna vez, incluso los mejores skaters del mundo. Lo importante es levantarse y seguir intentándolo. - Dijo su mamá con dulzura.
Exacto, cada caída es una chance para aprender y mejorar. Con práctica y perseverancia estarás haciendo trucos increíbles. - Agregó su papá.
¿Y si no puedo? - Preguntó Aisha dudosa. Sus padres intercambiaron miradas llenas de comprensión.
Podrás, Aisha. Creemos en ti. Además, ¡no estás sola! Estaremos aquí para apoyarte y celebrar tus logros. - Dijeron sus padres animándola.
Aisha terminó su desayuno y juntos se dirigieron al parque. Colocó su casco, rodilleras y codos, y miró la rampa con determinación.
Su padre le sostuvo la mano y la guió mientras ella daba sus primeros intentos en el skateboard, temblorosa pero emocionada.
Después de algunas caídas y risas, Aisha sentía que cada vez iba ganando más confianza. Con cada intento, se sentía más y más como una verdadera skater.
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