Mientras ambos dormían, llegó un pequeño niño llamado Alejandro al bosque. Sa su madre le había contado que allí vivía un famoso mago y él quería conocerlo para que le concediera un deseo especial. Alejandro caminó por el bosque buscando la casa del mago. Finalmente, encontró la pequeña casa de madera en medio de los árboles. El niño llamó a la puerta y un simpático y pequeño gnomo le abrió.

"¡Hola!", saludó el gnomo. "¿Buscas al mago?" "Sí", respondió emocionado Alejandro. "Quiero que me conceda un deseo".

El gnomo le explicó que el mago estaba dormido, pero que había bebido una poción mágica que le concedería cualquier cosa que deseara. Alejandro, curioso por ver qué tipo de poder tenía esta poción, decidió probarla él mismo. Tomó un pequeño sorbo de la bebida y, de repente, se sintió lleno de energía y poder. Sin embargo, a diferencia del mago y el gnomo, Alejandro no se durmió.

"¡Wow!", exclamó emocionado. "¡Ahora tengo un poder mágico!" Decidió usar su nuevo poder para ayudar a los demás. En su camino de vuelta a casa, vio a un pajarito perdido en el bosque y decidió ayudarlo a encontrar su nido. Con su nuevo poder, Alejandro logró volar y guiar al pajarito de regreso a salvo.

Luego, se encontró con una rana que había perdido su charco. Alejandro usó su poder mágico para hacer que saliera agua de un árbol cercano y llenar así el charco de la rana. Continuó ayudando a todos los animales del bosque, usando su poder mágico para hacer cosas increíbles. Cada vez que ayudaba a alguien, se sentía feliz porque sabía que estaba haciendo el bien.

Por fin, llegó de nuevo a la casa del mago y encontró que tanto el mago como el gnomo estaban despertando. El mago se sorprendió al ver a Alejandro. "¿Quién eres tú?", preguntó el mago.

"Soy Alejandro, y he usado tu poción mágica para ayudar a los demás", respondió el niño. El mago quedó asombrado y comprobó que su poción mágica realmente tenía poderes. Se dio cuenta de que Alejandro había usado ese poder para hacer cosas fantásticas, mostrando bondad y generosidad.

"Pequeño gran mago", dijo el mago, "has demostrado que el verdadero poder mágico está en el corazón y en cómo usamos nuestros dones para hacer el bien". Alejandro sonrió y se sintió feliz con las palabras del mago. Aprendió que no era necesario tener poderes mágicos para hacer cosas buenas en el mundo, solo se necesitaba la voluntad de ayudar a los demás.

Desde ese día, Alejandro siguió ayudando a los animales y a las personas en su vida cotidiana, recordando siempre que el verdadero poder mágico estaba en ser amable y dar lo mejor de sí mismo. Y así, Alejandro se convirtió en un verdadero mago, el mago del amor y la bondad.