En la ciudad de Barcelona, Marc y su hijo Enzo vivían juntos. Marc siempre buscaba tiempo para jugar con Enzo.
A Enzo le fascinaban los animales del mar y los grandes dinosaurios. Soñaba con verlos de cerca.
Cada sábado por la mañana, Marc y Enzo iban al enorme parque con una mochila y dos sandwiches.
Allí encontraban peces brillantes y réplicas de dinosaurios enormes. '¡Mira, un T-Rex!' gritaba Enzo.
Marc contaba historias de los animales y dinosaurios, compartiendo datos curiosos que asombraban a Enzo.
Después de la escuela, el parque era su océano. Nadaban entre bancos de árboles como si fueran corales.
Marc narraba historias de tesoros escondidos bajo el mar, mientras Enzo recogía piedras lindas.
Enzo imitaba el rugido de los dinosaurios. '¡Rawr! Yo soy el rey de los dinosaurios', declaraba con alegría.
Los domingos eran para los museos, aprendiendo sobre estrellas y planetas, viajando por el universo.
'¿Cómo es estar en el espacio?' preguntaba Enzo. 'Es silencioso y lleno de maravillas', respondía Marc.
El amor por aprender crecía en Enzo, cada día una nueva aventura llenaba su corazón de alegría.
Juntos, padre e hijo construían un mundo de conocimiento, amor, y risas en su querida Barcelona.
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