Había una vez una pequeña estrella de David perdida en el vasto universo, cuyos destellos habían comenzado a apagarse.
Esta estrella, llamada Davidina, había sido encargada por los cielos para anunciar las llegadas significativas en el mundo terrenal.
Sin embargo, Davidina se encontraba asustada y confundida. Sentía el peso de su responsabilidad y el temor de no cumplir con esta sagrada obligación.
Sabía que su misión era crucial, especialmente ahora que se acercaba el nacimiento de Jesús.
Pero a pesar de su belleza, la estrella de David se sentía confundida y triste. No entendía si ese era su propósito en el firmamento, ni si lo podría hacer.
Recordaba las historias que había escuchado sobre el impacto que tendría la venida de un tal Jesús en las vidas de las personas.
Soñaba con ser esa estrella especial y traer esperanza y alegría a aquellos que le necesitaran, pero su inseguridad la hacía dudar de sí misma.
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