Había una vez un desierto de cristal con dunas brillantes.
En ese desierto vivía una criatura con escamas reflectantes.
Esta criatura tenía una cola que se movía como una serpiente.
La criatura coleccionaba reflejos y los guardaba en frascos mágicos.
Los reflejos eran como arcoíris que bailaban en el sol.
La criatura admiraba la belleza efímera de los reflejos.
Un día, la criatura se encontró con un niño curioso.
El niño preguntó por qué la criatura coleccionaba reflejos.
La criatura respondió: 'Los reflejos son momentos mágicos que quiero conservar'.
El niño entendió el valor de los momentos efímeros y se unió a la criatura.