Había una vez un conejito muy travieso y curioso, que le encantaba jugar y explorar por todos lados.
Un día soleado, mientras estaba saltando y corriendo por el prado, encontró la zanahoria más grande y deliciosa que jamás había visto. Era tan jugosa y crujiente su boca se hizo agua. ¡Estaba tan emocionado de poder comerla! Pero de repente, alguien le arrebató su zanahoria ¡y salió corriendo!
Me quedé muy sorprendido y triste. No podía entender quién podría haber hecho eso. Estaba tan preocupado porque no sabía qué hacer sin mi querida zanahoria. Luego vi que un pajarito se acercaba volando hacia mí. Tenía un brillo especial en sus ojos y parecía querer ayudarme. ¿Qué creen que hizo el pajarito?
El pajarito voló sobre el prado y me señaló una madriguera cercana. Me dijo que el conejito malcriado que vivía allí podría ser el responsable de arrebatarme mi zanahoria. Me sentí aliviado de tener alguna pista para seguir.
Siguiendo al pajarito, llegué a la madriguera y vi a un conejito muy travieso mordisqueando mi zanahoria. ¡Era él, el culpable! Pero en lugar de gritarle o enojarme, recordé lo que el pajarito me había enseñado. ¿Recuerdan lo que el pajarito me enseñó?
El pajarito me enseñó que no está bien arrebatar la comida u objetos de los demás. Todos tenemos el derecho de disfrutar nuestras cosas sin que nadie nos las quite. Así que decidí ser valiente y decirle al conejito que se había equivocado y que había lastimado mis sentimientos. No quería hacerle daño, solo quería que entendiera que lo que hizo no estaba bien. ¿Creen que el conejito aprendió su lección?
Reflection Questions