María era una niña curiosa y animada. Le encantaba explorar su entorno. Un día, encontró un libro de dibujos y se dio cuenta de que le gustaba mucho dibujar. Estaba emocionada por su nuevo descubrimiento.
María tomó lápices de colores y comenzó a dibujar. Se concentró tanto que ni siquiera escuchó a su mamá llamarla a cenar. Estaba tan feliz de haber encontrado algo que le gustaba hacer.
Al día siguiente, María fue a la escuela y compartió sus dibujos con sus amigos. Todos estaban impresionados y le pidieron que les enseñara a dibujar. María se sintió muy especial y orgullosa.
Pero luego, vio a algunos de sus amigos jugando fútbol. Quiso unirse, pero no sabía cómo. Se sentía un poco triste al no ser buena en deportes como ellos. Sin embargo, decidió intentarlo.
Después de un tiempo, María aprendió a jugar al fútbol. Descubrió que, si practicaba, podía mejorar. Se dio cuenta de que tenía talentos diferentes y que eso está bien. Se sintió más segura de sí misma.
Un día, María tuvo un sueño. Soñó que podía ser lo que quisiera: artista, atleta, o incluso astronauta. Al despertar, decidió que quería ser todas esas cosas y más. Se dio cuenta de que su única limitación era su propia imaginación.
María siguió persiguiendo sus pasiones. Dibujaba, jugaba fútbol, y soñaba con el espacio. Se conectó con su corazón y supo que, sin importar la opinión de los demás, ella podía ser ella misma, feliz y cumplir su misión de vida.
María aprendió una valiosa lección: que todos tenemos talentos únicos y podemos lograr mucho si confiamos en nosotros mismos. Se sintió lista para enfrentar cualquier desafío.
Desde ese día, María vivió con alegría, sabiendo que su corazón guiaría su camino hacia una vida plena y realizada, siendo fiel a sí misma y a sus sueños.
Reflection Questions