Había una vez un mago pequeño, pero fuerte, que fue invitado a una fiesta de té en el castillo del reino. Cuando el mago llegó y vio a la reina, se emocionó mucho y le dijo: 'Es un honor conocerla, su majestad'. La reina sonrió y respondió: 'Sí, sí, sí, solo ve y haz que mis invitados se diviertan'. El mago estaba emocionado por la oportunidad de demostrar sus habilidades mágicas y asintió diciendo: '¡Ok!'.

El mago se puso manos a la obra e hizo aparecer palomas voladoras, flores de todos los colores y hasta levitó un poco. Todos los invitados estaban fascinados con las increíbles habilidades del mago y disfrutaban de la fiesta. Pero, después de un par de horas, el mago sintió la necesidad de ir al baño.

Cuando entró al baño, algo inesperado sucedió. ¡Vio una serpiente! El mago se asustó muchísimo e inmediatamente salió corriendo del castillo. La serpiente era muy grande y estaba asustada, por eso no dejó que el mago se acercara.

Pasaron cinco horas y el mago decidió que era tiempo de enfrentar lo que había sucedido. Quería aclarar las cosas y dar una explicación a la princesa, quien había estado presente durante la fiesta. Pero cuando llegó al castillo y buscó a la princesa, ella lo ignoró y le dijo: 'No quiero hablar contigo'. El mago se sintió muy triste y decidió marcharse.

El mago caminó por el camino de regreso a su hogar, pensando en lo sucedido. Aunque se sintió desanimado por no poder hablar con la princesa, decidió que no permitiría que eso afectara su amor por la magia. Sabía que seguiría practicando y mejorando sus habilidades, para así demostrarle a todos que él era un mago valiente y capaz.

Desde aquel día, el mago pequeño, pero fuerte, siguió visitando otros reinos y compartiendo su magia con las personas. Aprendió que no todos los encuentros son perfectos, pero que siempre hay oportunidades para aprender y crecer. Y, lo más importante, nunca dejó que el rechazo lo detuviera en su camino hacia el éxito.