Había una vez un niño llamado Carlos. Carlos era muy inteligente pero siempre se sentía excluido de su grupo de amigos. Sus amigos se reían de él porque usaba lentes.
Un día, Carlos decidió hablar con su mamá acerca de cómo se sentía. Su mamá le dijo que las diferencias hacen que cada persona sea especial y que todas las personas merecen ser tratadas con respeto.
Carlos decidió probar algo nuevo. Habló con los otros niños y les mostró su juego favorito de construcción. Los niños estaban asombrados por lo hábil que era Carlos y se dieron cuenta de que no importa si alguien usa lentes, lo que importa es cómo es por dentro.
Después de ese día, el grupo de amigos de Carlos lo incluía en todas sus actividades. Carlos se sentía feliz y se dio cuenta de que ser diferente no es algo malo, ¡es algo increíblemente especial!
Desde entonces, Carlos y sus amigos siempre se apoyaron y se aceptaron mutuamente sin importar sus características personales. Juntos aprendieron que la inclusión es importante y que todos merecemos ser tratados con amabilidad y respeto.
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