Había una vez un político llamado Manuel, que era muy codicioso y corrupto. Aprovechaba su posición para robar dinero del pueblo y no ayudaba a aquellos que más lo necesitaban.
Un día, los ciudadanos descubrieron los malos actos de Manuel. Se unieron y exigieron justicia. Los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia y toda la población se enteró de los hechos de corrupción.
El caso llegó a los tribunales y Manuel fue juzgado por sus crímenes. Los jueces, tras revisar todas las pruebas, dictaminaron que era culpable y debía pagar por sus acciones. Fue condenado a prisión.
Desde ese día, Manuel aprendió una lección muy importante. Se dio cuenta de que el dinero y el poder no eran lo más importante en la vida. Decidió cambiar su forma de actuar y prometió hacer el bien cuando saliera de la cárcel.
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