Había una vez un reino escondido llamado el Reino de la Fantasía. En este mágico lugar, los árboles tenían coloridos troncos de caramelo y el cielo brillaba con estrellas que cantaban melodías. En el centro del Reino se encontraba el castillo encantado, donde vivía el rey de la Fantasía y su hija, la princesa Mariposa.
La princesa Mariposa era una niña risueña con cabello dorado como el sol y ojos del color del mar. Siempre llevaba un vestido de brillantes colores que parecían sacados directamente de un arcoíris. La princesa adoraba explorar el Reino de la Fantasía junto a sus amigos mágicos: el duende Saltarín y el hada Brillante.
Un día, el malvado mago Sombra decidió robar toda la magia del Reino de la Fantasía. Comenzó a oscurecer el sol y hacer que las estrellas ya no cantaran. Los árboles de caramelo se marchitaron y todo se sumergió en la tristeza. La princesa Mariposa y sus amigos sabían que tenían que recuperar la magia.
Con valor y determinación, la princesa Mariposa, el duende Saltarín y el hada Brillante se adentraron en el Bosque Encantado. Ahí encontraron una planta mágica que podía devolver la magia al Reino de la Fantasía. Escalando hasta la cima de la montaña, lograron recoger la planta y volvieron al castillo.
Al llegar al castillo, la princesa Mariposa plantó la mágica planta en el jardín real. Poco a poco, los árboles volvieron a ser de caramelo y las estrellas comenzaron a cantar nuevamente. El Reino de la Fantasía volvió a ser un lugar mágico y alegre. Todos los habitantes celebraron con alegría y agradecieron a la valiente princesa y sus amigos.
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