Había una vez, en un lejano y mágico lugar, un dinosaurio llamado Ernesto. Ernesto era un dinosaurio muy curioso y siempre tenía ganas de descubrir cosas nuevas. Pero había algo que Ernesto aún no sabía hacer, ¡y era leer! Un día soleado, mientras Ernesto jugaba en un prado lleno de flores coloridas, vio a un grupo de niños sentados en el suelo, rodeados de libros. El dinosaurio se acercó corriendo y preguntó: "¿Qué están haciendo?"
Los niños, con una sonrisa, respondieron: "Estamos leyendo cuentos. ¿Te gustaría aprender a leer, Ernesto?". Ernesto asintió emocionado y se unió al grupo. Los niños abrieron un libro lleno de hermosas imágenes y colores. Ernesto se quedó maravillado al ver tantas palabras en las páginas.
Los niños comenzaron a leer en voz alta y el dinosaurio prestaba mucha atención. Las palabras parecían saltar de las páginas y crear historias en su mente. Ernesto quedó asombrado y deseaba poder hacer lo mismo. El grupo de amigos decidió ayudar a Ernesto a aprender a leer. Empezaron con palabras sencillas, letras del abecedario y sonidos. Ernesto escuchaba y repetía, practicando una y otra vez sin cansarse.
El dinosaurio era muy inteligente y rápidamente comenzó a reconocer las letras. Poco a poco, las palabras comenzaron a cobrar sentido y las historias de los libros se volvieron más divertidas para él. Ernesto se dio cuenta de que la lectura no solo era divertida, sino que también le hacía sentir emociones. Podía imaginar los lugares que describían los libros y se volvía amigo de los personajes.
El tiempo pasó y Ernesto se convirtió en un excelente lector. Leía de todo, desde cuentos de hadas hasta libros de ciencia. Compartía sus historias favoritas con los demás y se sentía muy orgulloso de sus logros. Desde aquel día en el prado, Ernesto no dejó de leer y aprender cosas nuevas. Se convirtió en el dinosaurio más sabio de todo el reino y, gracias a su amor por la lectura, descubrió que siempre había algo nuevo que aprender en cada página.
Y así, querido niño, el dinosaurio Ernesto aprendió a leer y descubrió un mundo lleno de aventuras en cada libro que abría. Ahora te toca a ti, ¿quieres ser como Ernesto y disfrutar de la lectura? ¡Nunca dejes de aprender y dejar volar tu imaginación en cada historia que leas! Buenas noches, pequeño explorador.
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