Había una vez una detective que vivía en un castillo en la época antigua. Ella era valiente y audaz, y montaba a caballo por los vastos terrenos del castillo. Era famosa en todo el reino por su habilidad para resolver misterios y capturar villanos.
Una noche, mientras la detective dormía plácidamente en su suave cama de plumas, un monstruo terriblemente terrorífico destruyó el castillo. Al despertarse y ver su hogar destrozado, la detective supo que tenía que descubrir quién era el responsable de este acto horrendo.
Con su lupa en mano y su perro detective a su lado, la valiente detective comenzó a buscar pistas por cada rincón del castillo. Miraba cuidadosamente los escombros mientras se preguntaba quién podría haber hecho algo tan malvado.
Siguió las pistas que encontró y se adentró en un bosque oscuro y misterioso. Con valentía, cabalgó por los senderos oscuros, sin preocuparse por el peligro que pudiera acechar en la oscuridad. Nada la detendría hasta encontrar al villano responsable.
Después de una larga búsqueda, la detective finalmente encontró al villano escondido en una cueva secreta. Estaba asustado y trató de huir, pero la detective era más rápida y lo atrapó. Lo llevó de vuelta al castillo, donde fue encerrado en una prisión muy segura.
El castillo fue reconstruido y volvió a brillar con su antiguo esplendor. La detective, con su valentía y habilidad para resolver misterios, fue reconocida como una heroína en todo el reino. Y así, la detective del castillo siguió resolviendo casos y protegiendo a los habitantes del reino durante muchos años.
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