Había una vez en la historia de la criminalística, una etapa llamada Empírica. En esta etapa, las personas resolvían situaciones basándose en sus experiencias relacionadas. En el campo forense, se creía que encontrar una herramienta con una mancha roja era evidencia de sangre y un acto violento. Esta era la manera de vincular a una persona con un delito.
Sin embargo, con el tiempo, los científicos comprendieron que la etapa Empírica no era suficiente. Se dieron cuenta de que necesitaban métodos más precisos y basados en pruebas científicas. Apareció una nueva etapa en la criminalística: la Etapa Científica.
En la Etapa Científica, los investigadores utilizaron técnicas especializadas para recopilar y analizar pruebas. Aprendieron a distinguir diferentes tipos de manchas y a identificar ADN. Esto permitió resolver casos de una manera más justa y precisa.
A medida que la criminalística avanzaba, también se hizo evidente la importancia de la inclusión. Los investigadores se dieron cuenta de que todos merecían ser tratados con igualdad y respeto, sin importar su origen, género o raza.
Se implementaron políticas de inclusión en los laboratorios forenses. Se contrataron investigadores de diversas culturas y se fomentó el intercambio de conocimientos y experiencias. Esto permitió una perspectiva más amplia y enriquecedora en el campo de la criminalística.
Con el tiempo, la Etapa Científica se fusionó con la Etapa Empírica para crear una disciplina más completa. La criminalística moderna se basa en la ciencia y en la experiencia, pero también en la inclusión y la igualdad.
Ahora, los investigadores trabajan juntos, compartiendo ideas y conocimientos para resolver casos. La inclusión y la diversidad son clave para encontrar la verdad y hacer justicia.
La historia de la criminalística nos enseña que debemos valorar a todas las personas y que la diversidad nos fortalece. Todos merecen igualdad de oportunidades y respeto, sin importar quiénes sean o de dónde vengan.
Reflection Questions