Había una vez una ovejita llamada Lola que vivía en una granja. Un día, mientras jugaba, Lola se dio cuenta de que se había perdido y estaba ahora en medio de un bosque oscuro. Ella estaba asustada y no sabía qué hacer.
Mientras lloraba por su situación, Lola escuchó un sonido cercano. Se giró rápidamente y vio a un conejito de color gris acercándose a ella. El conejito le preguntó por qué estaba tan triste y Lola le contó cómo se había perdido. El conejito se ofreció a ayudarla a encontrar el camino de regreso a casa.
Juntos, Lola y el conejito exploraron el bosque en busca de pistas. Pasaron por un arroyo tranquilo y se encontraron con un búho sabio, cuyos grandes ojos amarillos brillaban en la oscuridad. El búho les brindó consejos y los guió hacia una pradera soleada donde podrían encontrar ayuda.
En la pradera, Lola y el conejito conocieron a un caballito de color marrón que tenía una hermosa melena. El caballito ofreció llevar a Lola de regreso a la granja en su lomo. Lola estaba muy feliz y montó al caballito, agradeciéndole por su amabilidad.
Finalmente, Lola llegó sana y salva a la granja y se reunió con su dueño, un niño llamado Pablo. Pablo abrazó a Lola con alegría y le prometió que nunca más la dejaría sola. Desde ese día, Lola aprendió a no aventurarse demasiado lejos y siempre recordó el valioso apoyo que recibió de sus nuevos amigos.
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