Había una vez en un reino encantado, una hermosa princesa llamada Lila. Pero Lila no era una princesa común y corriente, porque ella tenía un don especial. Ella era una hada mágica que podía conceder deseos a las personas que se encontraba en el bosque.
Un día, mientras Lila volaba entre los árboles del bosque, vio a una niña llamada Aina buscando flores para su madre. Aina llevaba una capa roja como la de Caperucita Roja y tenía una cesta vacía en su mano. Lila se acercó a Aina y le preguntó qué estaba buscando.
Aina se sorprendió al ver a la hada y le dijo que estaba buscando flores para regalárselas a su madre, ya que era su cumpleaños. Lila sonrió y dijo: 'Tengo flores mágicas en mi jardín que creo que a tu madre le encantarían'. Aina estaba emocionada y decidió seguir a Lila hasta su jardín mágico.
Cuando llegaron al jardín mágico de Lila, Aina se quedó boquiabierta. Había flores de todos los colores y tamaños, y cada una de ellas brillaba como si estuvieran hechas de estrellas. 'Elige las flores que más te gusten', dijo Lila. Aina comenzó a llenar su cesta con las flores más hermosas que encontró.
De repente, Aina vio una flor especial que nunca antes había visto. Era hermosa y brillaba con una luz dorada. Aina se acercó a Lila y le preguntó si podía tener esa flor. Lila le explicó que esa flor era mágica y que concedía deseos, pero la advertencia era que solo debía usarse cuando realmente se necesitaba algo importante.
Aina pensó por un momento y decidió que no necesitaba nada más que las flores para hacer feliz a su madre en su cumpleaños. Agradeció a Lila por su generosidad y comenzó a caminar de regreso a casa con su cesta llena de flores hermosas.