En las alturas de Guatemala, donde los picos de las montañas se tocaban con el cielo y los ríos serpenteados entre verdes exuberantes, vivía la familia Ramírez.
Ariel y Rosa, junto con sus hijos Billy y Rodrigo, compartían sus días en una tierra que aún sanaba sus heridas gracias a los Acuerdos de Paz.
Cuando los primeros rayos de paz iluminaron la aldea, una nueva escuela se erigió, una promesa de cambio para los Ramírez.
A pesar de las dificultades económicas, la familia abrazó la educación como un faro de esperanza.
Billy, con sus ojos centelleantes de curiosidad, se destacó desde sus primeros días en el aula.
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