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Había una vez una niña llamada Ana que vivía en un pequeño pueblo. Aunque Ana era muy inteligente y amigable, no tenía mucho dinero.
Un día, Ana encontró un tesoro enterrado en su jardín. Con el dinero del tesoro, Ana se volvió rica y pudo comprar todo lo que quería.
Pero a medida que Ana compraba más y más cosas, se dio cuenta de que no era más feliz. Aunque tenía muchos juguetes y ropa nueva, sentía que algo faltaba en su vida.
Un día, Ana conoció a una niña llamada Sofía. Sofía no era rica, pero tenía muchos amigos y siempre estaba sonriendo.
Ana se hizo amiga de Sofía y comenzaron a pasar tiempo juntas. A medida que su amistad crecía, Ana se dio cuenta de que la verdadera felicidad no venía de las cosas materiales, sino de tener amigos y ser amable con los demás.
Ana decidió compartir su riqueza con los demás. Compró juguetes para los niños del pueblo y donó dinero para ayudar a los necesitados.
A medida que Ana ayudaba a los demás, se sentía más feliz que nunca. Sabía que la riqueza no era lo más importante, sino hacer el bien y tener amigos verdaderos.
Ana y Sofía siguieron siendo amigas para siempre. Juntas, aprendieron que la verdadera riqueza se encuentra en el amor y la amistad.
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