Había una vez una pequeña niña llamada Skadi que vivía en un hermoso bosque rodeado de árboles altos y abundante vida silvestre. Ella era curiosa y valiente, siempre queriendo aprender cosas nuevas sobre el mundo natural que la rodeaba. Un día, Skadi decidió aventurarse hacia lo profundo del bosque. Mientras caminaba entre los árboles, encontró a un amable guardabosques llamado Carlos, quien estaba sentado en un tronco con un libro en su regazo.

El guardabosques notó la curiosidad en los ojos de Skadi y decidió compartir su sabiduría con ella. "Hola, pequeña exploradora. ¿Estás lista para aprender sobre la importancia de respetar y tener empatía por los animales?", preguntó Carlos con una sonrisa. Skadi asintió emocionada y se sentó a su lado. Carlos abrió su libro y comenzó a leer una historia fascinante. La historia trataba sobre un grupo de animales que vivían en el bosque y cómo se ayudaban mutuamente.

Había un conejito llamado Ciro, un zorrito llamado Paco y un ciervo llamado Mateo. Estos tres amigos estaban siempre juntos, explorando el bosque y cuidándose unos a otros. Un día, mientras patrullaban el bosque, encontraron una trampa dejada por cazadores furtivos. Eran jaulas trampa crueles y peligrosas, diseñadas para atrapar a animales inocentes.

Los tres amigos decidieron actuar rápidamente para liberar a los animales atrapados. Ciro, con su pequeño tamaño, se deslizó hábilmente por las rejas y liberó a una familia de conejitos. Paco, con su astuta inteligencia, utilizó sus dientes para abrir las cerraduras de las jaulas y liberar a otros animales como el mapache Mateo. A medida que avanzaba la historia, Skadi se daba cuenta de lo importante que era ser amable y solidaria con los animales. Carlos le explicó que los animales también tienen sentimientos, al igual que las personas, y merecen respeto y empatía.

Skadi se conmovió con la historia y decidió que ella también quería proteger y cuidar de los animales en el bosque. Carlos le regaló un brazalete de amistad, con imágenes de los animales protagonistas de la historia, como un recordatorio de su compromiso para respetar y mostrar empatía hacia ellos. Desde aquel día, Skadi se convirtió en una verdadera guardiana de los animales. Diminutos pajaritos y juguetones conejitos confiaban en ella y se acercaban sin miedo. Skadi les ofrecía comida y refugio, asegurándose de que también tuvieran un lugar seguro para vivir.

Y así, Skadi y Carlos continuaron explorando y protegiendo el bosque juntos, compartiendo historias y aprendiendo sobre la importancia de la empatía y el respeto hacia todas las formas de vida. Y cada noche, antes de acostarse, Skadi miraba el brazalete de amistad que le había regalado Carlos y sonreía, agradecida por la oportunidad de aprender a amar y proteger a los animales.

FIN.